lunes, 12 de diciembre de 2011

Recuerdos con onomatopeyas

Cuando era jovencísima adolescente, toda una pollita (diría mi abuela), todo se me antojaba pecado no sé si porque en realidad era una pecadora de la pradera, por mi educación /formación religiosa en la escuela, por disciplina familiar, o porque en aquella época se vivía aún en la santa inquisición. 
Era una melange de todo un mucho ¡arrrgggggg! 

El caso es que siempre estaba en el confesionario, el cura no daba a basto conmigo, imagino como se lo pasaba el hombre con la menda. Lo peor de todo, las penitencias.¡Sluppppppp!

Cualquier barrabasada o experiencia, propia de la edad, era condenada. A la  dueña del desatino, directamente, se le imputaba a dedo y sin miramientos, ser poseedora de un  adolecimiento  moral de por vida ¡glup glup!

El hecho de indagar en los cambios que la propia vida te brindaba, era un pecado. Debíamos crecer ausentes de esa metamorfosis, ser testigos indiferentes y críticos, siempre aplicando el adjetivo de pernicioso, malo, pecado, y por tanto era una lucha sin cuartel  el hecho de no bajar la guardia ¡Pufffffffffffff! 

El 6º mandamiento, muy tenido en cuenta (no sé si respetado), de cara a nosotros mismos y a la galería, era reclamado socialmente como el number one de los mandamientos, y el que mandaba sobre todos los demás.¡Boooommmm!  

Después estaba el pecado de la imprudencia, como broche de oro para ser una perfecta mujer. La prudencia era simplemente estar callado, no abrir la boca jamás para opinar, ni hacer un leve gesto que delatara una mínima opinión ¡pío, pío,pío! 

Para los mayores no pensábamos, solo debíamos asentir a la persona de edad que por derecho y decreto, era la poseedora de la verdad y de lo moral de forma incuestionable, y claro, yo siempre abogada de pobres y causas perdidas era una imprudente contestataria que había que meter en cintura y callar, pero como no tenía madera para esta actitud, pues metía la pata hasta el corvejón constantemente ¡Zas! ¡Paf!

También en la prudencia estaba el no mirar, en todo caso mirar para otro lado. Imposible mirar para otro lado, con esos ojos que la naturaleza me dio y las cosas que nos puso en el camino ¡Ainnnssssssssssssssssss!

Después para colmo, si no quieres caldo toma tres tazas, me voy toda contenta a estudiar a una universidad católica. Aquello si que fue toda una catarsis que hasta unos años después no pude poner en pié ni esclarecer. Yo solo sé que no era yo. Casi me vuelvo del revés como un calcetín. 
Eso sí!! me saqué una diplomatura y con ella estoy viviendo de por vida, también hice amigas para siempre y adquirí otra diplomatura, ésta sin título para colgar ni enmarcar pero que me sirvió para saber vivir sola y llevar las riendas de mi propia existencia para los restos ¡Plas, plas, plas!

Ningún pasado fue mejor, pero tampoco resultó ser tan malo,  traumático, y mucho menos frustrante¡Snifffffffffffffff!

Hoy todos esos recuerdos que se me antojan lejanos, resultan a la vez muy cercanos, familiares y ternurosos ¿será que me estoy haciendo vieja? ¡Uyyyyyyyyyyyyy! ¡buaaaaaaaaaaa! 

1 comentario:

  1. Retazos de tu vida.
    Te diré que he sonreído y sentido afecto al leer tu relato.
    (¡Eso está bien ¿no?!,dos sentimientos própios de una buena lectura).
    Yo me quedo con la Cari actual,ésta es la nuestra.
    Juani

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