domingo, 18 de diciembre de 2016

NO SIN GOTERAS


Está arreciando de nuevo; y 36 horas lloviendo sin cesar, en esta parte del mundo, son muchos los litros de agua, y mucha la sorpresa e ilusión que generan. Porque han sido demasiados los años de sequía, excesivas las dificultades de sacar una cosecha adelante, de poder vivir, no sin hacer el esfuerzo extra que conlleva el sufijo per-vivir (vivir a través de dificultades).  ¡Leñe!! y porque me parece festivo y novedoso

¡Bienvenida agua!

Y heme aquí que lo estoy celebrando, sola, pero, segura, con todos aquellos que se alegran como yo; y a pesar de mi encierro a cal y canto, a pesar de las goteras y las amenazas que sobre mi antigua casa (la de mi madre) se ciernen, por el estado de los tejados y por la nula predisposición de quien tiene la obligación de velar por ella; a pesar de las vías de agua que en ella yacen como protesta de quien reclama un cuidado extra; me iría de parranda para jalear y bendecir a las nubes achubascadas y generosas. Auténticas!!

Y lo festejo porque es el bien que nos hace falta para poder comer, para que no se vean incrementados los productos que nos alimentan, para que no mueran, de falta de vida, los campos y las cosechas; para compensar del trabajo a quienes se dedican en cuerpo y alma; y también, como no, lo celebro por mí, para mantenerme viva en esta ideología, llena de realidad, poesía y misticismo.

Y es que ocurrió, hace ya tiempo, que alguien dejó en mí la semilla de esta celebración de la llegada del agua, y hoy, agradecida a esta persona y al acontecimiento atmosférico en sí; me acuerdo de mis principios cuando me inicié en este camino, y entendía (ni bien ni mal, pero confundida) que el buen tiempo era sinónimo de sol y calor, de días claros, luminosos y fotogénicos para disfrutarlos caminando al aire libre, para llevar las mangas cortas, o tacones, o el pelo sin cubrir y descuidadamente al aire.

Pero hoy, no sin goteras, como si esos inicios formaran ya parte de una vida pasada, he caído en la cuenta de la cualidad de "impermanencia" de esta vida, así como de nuestra determinante influencia sobre nosotros mismos y sobre los demás en cuanto a la forma de interpretar y de responder a esos cambios, incluso, de admitirlos sin miedo; de cuidar bien nuestras reacciones para procurar y aceptar que esas innovaciones sean alegres y apasionantes; de ser capaces de ver la belleza y liberación en este hecho del cambio y del desapego.

Y, para terminar, como si de un eslabón más se tratara, mi reconocimiento a las 4 leyes espirituales de la India, porque son la amalgama conveniente que conforman la justificación, en gran medida, de nuestra metamorfosis
                                                
 

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