miércoles, 29 de agosto de 2012

A propósito de.....

Al hilo del último Patente de Corso (A Pérez Reverte) "Ropa de niña", me viene, por asociación de ideas, la natural costumbre que tienen en algunos países de sacar sus casas a la calle, y poner en venta (a las mismas puertas), cuanto trasto arrinconado, mueble en desuso, adornos mutilados por los años, e incluso ropa pasada de moda, o no, pero en buen estado; montando verdaderos mercadillos y dándoles una salida de lo más boyante a esos objetos que sus amos jubilaron por cansancio o estrecheces de espacio, y que aún conservan su valor, por estar de buen ver o tener posibilidades de estarlo en cuanto se les hace un tuneo, llevado a cabo por los malabaristas artesanos de turno, que son esos que se dedican a recistaurar, y en general a los/as adictos/as en otorgarles una segunda prórroga a según que cosas, bien por afición o por necesidades pecuniarias. 

El que ya cumplieran su utilidad durante un tiempo, no implica que tengan que morir hechos añicos en la hoguera de San Juan, o a seguir arrumbados condenados al ostracismo; y en el caso de la ropa en perfecto estado, equilicuá, en la estantería del armario destinada a los trapos, o tentando a la polilla en cualquier rincón de la casa. 

Soy muy aficionada a mercadillos de segunda mano, y en ocasiones he encontrado gangas estupendas. Los muebles de madera antiguos, por ejemplo, son obras de carpintería hechas a conciencia, en maderas nobles y por auténticos artesanos, cuyas partes entre sí, están perfectamente ensambladas, tanto como las piezas de un puzzle; ¿y los de forja?, estos imperecederos al tiempo, en los que la carcoma es un imposible, conservarán in secula seculorum sus lineas sinuosas, la fortaleza otorgada por el hierro, y la estética de quien supo trabajarla; ¿ y que me decís de la ropa impoluta y bien cosida que se quedó pequeña o en desuso por la determinación del que la jubiló?; todos sabemos que en EEUU existen negocios de alquileres de ropa de segunda mano para ocasiones puntuales: una cena especial, una entrevista de trabajo..... etc; también en algún que otro país africano la inmensa mayoría se viste de segunda mano, y os aseguro que el glamour, la coquetería, y la dignidad se dan en perfecta  sincronía en la manera de como la persona porta el atavío.  

En definitiva, sí que es cierto que esta crisis nos va a causar desazón,  como le ocurrió al fotógrafo que captó a esa abuelita vendiendo una ropa bien cosida de su nieta, y también tristeza e indignación como en el caso del sr Pérez Reverte al escribir su artículo. Pero aún con todo, prefiero ser positiva y pensar que esta especie de catarsis económico/social también nos hará más normales, menos rancios y propensos a los bochornos por llevar algo de alguien otrora, y bastante menos consumidores; pero sobre todo, tendremos mucha más conciencia del uso que hacemos de las cosas porque: "No podemos eludir el hecho de que los recursos de nuestro Planeta son finitos, y la austeridad, en este sentido, es ya un valor en alza". 

domingo, 19 de agosto de 2012

Enrevesadamente en-redada

Lo afirma Punset: "La felicidad es la ausencia del miedo, así como la belleza es la ausencia del dolor"

Así me lo leía, por las noches, antes de dormir, una y otra vez, mi amiga 'E' ante mi cansina demanda del replay (me gustaba como lo interpretaba, la muy joía), protegidas por las mosquiteras y con la singular ayuda de una tenue y generosa luz de vela, y de una caprichosa linterna frontal, que respondía con unos toquecillos mágicos e insistentes a sus continuos apagones. Fue entonces, cuando se dio mi segundo encuentro con el protagonista de "Redes" y la confirmación de que tendría, en lo sucesivo, una historia educativa con el. 

Y yo, aquí y ahora lo refrendo. Empatizo casi totalmente con esa meridiana reflexión y pragmático mensaje que vomita espontáneamente 'el profesor', a la pregunta que le inquiere su interlocutor en una entrevista: Punset ¿que es la felicidad?

Y sobre todo, suscribo lo referente al miedo, personaje non grato, que suele producir parecidas respuestas ante distintos estímulos que lo causan y que nos hace proclives a la infelicidad. No así la belleza, que me parece se trata más de un concepto subjetivo (imposible de circunscribir y definir), y que a mi modo de ver depende más de la mirada y de las emociones que la viven. Porque no podemos obviar el hecho de los/as que hacen del dolor (físico) una entrega o redención de su vida misma, y en el, precisamente, encuentran esa belleza y gozo que los embauca por una parte, y por otra les emancipa de ataduras terrenales. Para gustos los colores.

Belleza y miedo se enfrentan y se destierran mutuamente. El miedo nos impide ver la luz (en el más amplio sentido), y también nos exime del disfrute de la belleza que nos rodea. 
Y el dolor.......¡¡Ay el dolor!!  No existe Amor sin dolor. Cohabitan sin reprenderse nada; son perfectos parecidos. 
  

"Para que el amor sea verdadero: nos debe costar, nos debe doler, nos debe vaciar de nosotros mismos" Madre Santa Teresa de Calcuta 

jueves, 9 de agosto de 2012

Con cuidado, pero sin acojonarse

Todo parece que vaya encajando. A veces las situaciones se desbordan y, es tal el carajal que se nos puede venir encima y tanto lo que nos altera, que nos tumba de puro amilanamiento y nos vuelve ciegos de remate, hasta el punto de impedirnos ver la 'solución' de las cosas. 
¿Solución? pero, ¿es que existen soluciones únicas?  ¿perfectas?, y si existen ¿dependen de nosotros? ¿tal vez fórmulas magistrales? ¿acaso la vida es una ecuación matemática? ¿un teorema?. No. 
De forma natural ellas solas se van devanando y van encontrando su salida; se van desembrollando y toman rumbo hasta que se dan de bruces con el orden. Al punto, llegado este momento, tan solo una ayudita a modo de empujón hacia el único camino que no está en los mapas y del que no existe un trazado único de antemano, la "Normalidad". ¡Bendita ella!

Esta cuestión farragosiana inherente a nuestra andadura vital, me recuerda al discurrir de un río donde el fluir del agua no es igual a lo largo de todo su trayecto; hay meandros; cataratas; rápidos y remolinos enormes- que se deben a obstáculos- dependiendo de la estructura y del capricho de la geología; piedras grandes y rocas que establecen la fuerza y forma de la caída del agua. Y por supuesto están también los tramos de aguas más tranquilas y constantes. 

La vida es sinuosa como los ríos, es cambiante, desigual, alterable, y hay que vadearla, sí o sí. Desarrollar esa pericia vital necesaria para ir esquivando accidentes y cruzarla de forma más o menos segura, por donde nos sea más beneficioso (que no fácil y/o aburrido), intentando esquivar riesgos innecesarios alejándonos del peligro; es la mejor manera de salir ilesos. Al tiempo que ponemos a prueba  nuestra plasticidad y adaptación a esos entuertos vitales donde a pesar de las precauciones tomadas no impiden de vez en cuando unos buenos castalazos. 


                                Nuestras vidas son como los ríos
                                que van a dar a la mar,
                                que es el morir;
                                allí van los señoríos
                                derechos a se acabar
                                y consumir;
                                allí los ríos caudales,  
                                allí los otros medianos
                                y más chicos,
                                y llegados, son iguales
                                los que viven por sus manos
                                y los ricos                                            
                                   
         Jorge Manrique (1440-1479) Coplas por la muerte de su padre