martes, 2 de agosto de 2016

UN lugar junto al mar

No tengo tiempo de aburrirme, la vida tiene demasiados acicates que me sulibeyan, y además, se me está contraindicado, porque es peligrosamente dañino para la salud; así que, esto me ayuda notablemente a distraer la mente del runruneo que a veces  acompaña sin dar tregua al relax. Los pensamientos son un arma de doble filo; nos despellejan, en ocasiones, distorsionando la realidad y encadenandonos a chaladuras de tres al cuarto.

Escapar de vez en cuando del medio habitual, me aporta una chispa especial y novedosa a mi rutina de siempre; cambiar de escenario me remoza, y me da la oportunidad de añadir actividades, que además de ser bien avenidas para cuerpo y espíritu, las llevo a cabo íntegras, y todas al retortero con satisfecha comodidad. 

La vida al aire libre se multiplica, y el horizonte de actividades de nuestro día a día se amplía, inspirándonos, y ayudándonos a reinventar nuestro tiempo, en pos del disfrute constante

Sacrificar el orden absoluto por la comodidad y despreocupado arreglo, suma muchos puntos al placer que se pretende sentir en cada momento de relajo del estío. 

En general, la vida se disfruta mucho más, aunque los hábitos sean los mismos; también el calor de esta época nos echa en brazos del abandono tranquilo; nos exime de ciertos clichés encorsetados de la urbe y, te aseguro, resulta de lo más atractivo. A mí me lo parece

Me encuentro descalza, agitanada y placenteramente tranquila en una casa cómoda, nada pretenciosa pero solemnemente antigua; muy considerada con los que la habitan porque, a pesar de los pesares, en ella se respira el levante que sopla con frecuencia, colándose por la puerta siempre abierta, inundando la casa de suave y fresco airecillo con aromas de mar; ventanales abiertos, y lo suficientemente amplios como para hacer penetrar la luz intensa por el día, que se ve acrecentada por este mar chico. El Mar Menor

No se trata de ningún lugar paradisíaco, pero es el que conozco desde que era una chiquilla y cerril adolescente, por tanto me resulta gratamente familiar; yo que siempre he ido de acá para allá, me gusta evocar sensaciones infantiles conocidas, y acercarlas a la que soy hoy

La temporada estival ha dado su pistoletazo de salida con temperaturas que me trasladan a otros lugares inmensos; me ligan a querencias que me hacen cambiar de hábitos y atavíos. Nada, en este momento, me place más que menguar el uso de ropa y calzado en casa.

Ahora está anocheciendo, luces al fondo, en la lejanía, y en ella, una finísima linea pespunteada y muy bien trazada (La Manga); hilera de pequeños resplandores conectados a vidas privadas y dispuestos, a su vez, de forma colectiva que hacen provocar constantes destellos  intensificados por la oscuridad de la noche. 

Y al otro lado del horizonte, el Mar Mediterráneo


La noche se agazapó hace rato, y me resisto a que el día acabe, a que este momento termine. La sensación de paz se agradece y engrandece el alma.