domingo, 14 de octubre de 2012

Solo a veces, mejor por separado

Todo lo que sube baja y, todo lo que empieza acaba. Sin embargo, a veces, lo mejor es que ambas se den por separado. 

Ya me queda muy poco de vivir esta ciudad, y esta mañana, aunque no pensaba hacerlo, salí. Me dije que un domingo radiante de sol no podía desaprovecharlo. La actividad de la marcha, te aseguro, ha funcionado a diario; dos horas andando, de paseo rápido, han suplido, sin esfuerzo, el gimnasio que me endiño cuando no viajo; aunque siento que no así como cuando cojo la bici porque el pedaleo es otro cantar; resulta que aunque el tiempo que se emplee sea el mismo, se trabajan mucho más les jambes y la derrière. 

Tiré millas desde casa hacia la Corniche (unos 5 kms solo), en busca de uno de los cinco "Vide Greniers" (especie de rastros), que hoy domingo se instalaban en varios puntos de la ciudad; pero preferí ir al de Vallon des Auffes, por el lugar, barrio de pescadores situado en la Corniche, que me recuerda a mi "Algameca" cartagenera, con la variante de ser mucho más pequeño (minúsculo más bien). Se trata de un rincón tela pintoresco. 

Hasta llegar al destino escogido atravesé el puerto, atiborrado de embarcaciones de recreo, sus palos y obenques multiplicaban por mil la algarabía bien organizada de señales marineras y, conseguían de esa mar en calma, no solo ser el receptáculo de miles de reflejos diferentes y exclusivos; sino que le otorgaban un aire grácil y telúrico al mismo tiempo.

Nada más cruzar el puerto, pasé por el Fuerte de San Julián y, cercanas a éste, las campanas de la Iglesia de Saint Víctor tañían (era mediodía), seguramente para oficios religiosos y, en ese momento, la percepción de día festivo, me invadió de recuerdos y sensaciones risueñas e infantiles. Las campanas de las iglesias no escatiman en decibelios cuando pretenden hacerse notar. Las que suenan a fiesta, invaden el aire y lo contaminan de tal forma, que una fuerza expresa secuestra al paseante de sus ensimismamientos; llevan implícita tal fortaleza, que nos contagian de sus propios sentimientos y, tantos bríos, que nos suelen despertar de nuestro coma nocturno, en el sentido literal de la palabra.

A finales de semana, cuando el avión tome tierra en mi país, se aunarán sensaciones (de uno y otro lado) y, por tanto, veré multiplicados mis recuerdos. Se acoplarán en un todo, sin necesitar tan siquiera ser clasificados, porque todos y cada uno de ellos son los retazos de una misma historia.


Puerto de Marsella vestido de domingo

Vallon des Offes (puerto de pescadores)


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