jueves, 9 de agosto de 2012

Con cuidado, pero sin acojonarse

Todo parece que vaya encajando. A veces las situaciones se desbordan y, es tal el carajal que se nos puede venir encima y tanto lo que nos altera, que nos tumba de puro amilanamiento y nos vuelve ciegos de remate, hasta el punto de impedirnos ver la 'solución' de las cosas. 
¿Solución? pero, ¿es que existen soluciones únicas?  ¿perfectas?, y si existen ¿dependen de nosotros? ¿tal vez fórmulas magistrales? ¿acaso la vida es una ecuación matemática? ¿un teorema?. No. 
De forma natural ellas solas se van devanando y van encontrando su salida; se van desembrollando y toman rumbo hasta que se dan de bruces con el orden. Al punto, llegado este momento, tan solo una ayudita a modo de empujón hacia el único camino que no está en los mapas y del que no existe un trazado único de antemano, la "Normalidad". ¡Bendita ella!

Esta cuestión farragosiana inherente a nuestra andadura vital, me recuerda al discurrir de un río donde el fluir del agua no es igual a lo largo de todo su trayecto; hay meandros; cataratas; rápidos y remolinos enormes- que se deben a obstáculos- dependiendo de la estructura y del capricho de la geología; piedras grandes y rocas que establecen la fuerza y forma de la caída del agua. Y por supuesto están también los tramos de aguas más tranquilas y constantes. 

La vida es sinuosa como los ríos, es cambiante, desigual, alterable, y hay que vadearla, sí o sí. Desarrollar esa pericia vital necesaria para ir esquivando accidentes y cruzarla de forma más o menos segura, por donde nos sea más beneficioso (que no fácil y/o aburrido), intentando esquivar riesgos innecesarios alejándonos del peligro; es la mejor manera de salir ilesos. Al tiempo que ponemos a prueba  nuestra plasticidad y adaptación a esos entuertos vitales donde a pesar de las precauciones tomadas no impiden de vez en cuando unos buenos castalazos. 


                                Nuestras vidas son como los ríos
                                que van a dar a la mar,
                                que es el morir;
                                allí van los señoríos
                                derechos a se acabar
                                y consumir;
                                allí los ríos caudales,  
                                allí los otros medianos
                                y más chicos,
                                y llegados, son iguales
                                los que viven por sus manos
                                y los ricos                                            
                                   
         Jorge Manrique (1440-1479) Coplas por la muerte de su padre

1 comentario:

  1. Al final vamos a parar, sí o sí, a la mar. El cómo arribemos depende de nosotros mismos y de los compañeros que elijamos para este periplo. La excursión me recordó lo del viaje a Itaca.

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