miércoles, 5 de octubre de 2011

Mi primera tarde bajo el mango

Me encantan los mangos, por la vida que hay en ellos mismos, se hacen enormes dando unos frutos deliciosos; los niños tiran piedras con una puntería de arqueros para poder meterse algo fresco y estimulante a la boca; también hacen unos artefactos consistentes en una vara larguísima y en su extremo, unos palos pequeños y redondos de unos 20 cm de largo a modo de pinza, para poder atrapar el fruto desde abajo. Los chavales se suben unos encima de otros y, el que está encaramado arriba del todo, en el hombro de su amigo, coge el palo y ¡zasca! lo engancha sin fallar. Lo celebran todos y lo comparten, aunque apenas toquen, cada uno, a un mordisco. ¡Genial!!

También me gusta el mango porque es conciliador, porque agrupa en torno a él, porque se está sin prisa, se habla de todo - cosas trascendentes sin darles un tono más alto, y como no, anécdotas y frivolidades que invitan a la risa y que también son necesarias para quitarse el hambre de encima; no se recrimina, pero si que existe esa respuesta espontánea y simpática que no se encuentra en cualquier lugar.

Hace muchos días que no escribo nada, ignoro si es porque no tengo nada que contar, o si es que teniendo, me incomoda tan solo pensar en ello, o puede que esté perezosa o distraída, también puede ser que me encuentre dispersa, o a lo peor que no tenga a nadie a quien contar, o si teniendo a ese alguien, dude si en este momento le pueda interesar algo de lo que se hable bajo el mango; así que en este instante solo estamos el mango y yo, aunque espero compartir momentos, y en ese reducto me dejaré fluir e influir, sin pensar demasiado ¡A ver qué pasa!

1 comentario:

  1. Me encantan los mangos, me has recordado a mi maravilloso verano en la India. (Era la fruta favorita de mis nenes)

    Un saludín bloguero.

    ResponderEliminar